Dante Panzeri, difunto periodista deportivo de la revista El Gráfico, definió al fútbol como una “dinámica de lo impensado”, ya que en este
deporte ocurren una serie de hechos que son impensados antes del comienzo de un
partido.
Por ejemplo, un equipo puede plantearse como objetivo salir a ganar, abrir la cancha, hacer pases cortos y precisos, rematar desde afuera del área y aprovechar al máximo las pelotas paradas, pero nadie sabe como ni cuando vendrá el gol.
Desde 1967, cuando Panzeri publicó el libro que
llevaba su frase como título, hasta hoy, aquellos que saben de fútbol le han
dado la razón. Pero el sábado por la
tarde, su frase tomó más sentido, por lo menos para quien les habla.
Un club que ya estaba descendido, que durante
76 fechas hizo todo para perder la categoría. Empezando por las malas decisiones de la dirigencia, escogiendo técnicos que no supieron manejar el equipo y
siguiendo por la elección de los más de 20 jugadores que pasaron por el club en
estas dos temporadas.
Con el estadio suspendido, la
prohibición a los hinchas de ir a la cancha, con la renuncia del presidente,
Vicente Celio, en descenso directo y con
la quita de un punto, por los cantos discriminatorios hacia la hinchada de Atlanta,
Chacarita tenía la cabeza en la B Metropolitana. Pero de repente todo cambió.
Llegó un nuevo técnico, el cuarto en
la temporada, Salvador Pasini, quién había rescindido su contrato con
Estudiantes de Buenos Aires, que se encontraba segundo en la tercera categoría
del fútbol argentino.
Increíblemente, tras su arribo,
Chacarita obtuvo 15 puntos en 11 fechas, algo impensado en ese momento. Con
victorias ante Rosario Central, que si ganaba quedaba como único puntero, por 3
a 1 y ante Patronato, que venía de ganarle nada menos que a River Plate, por 3
a 0, ‘El Funebrero’ se ganó un lugar en la promoción y debía enfrentar a uno de
sus clásicos, Nueva Chicago.
Tras la derrota por 1 a 0 en
Mataderos, el equipo del ‘Tano’ Pasini, que volvía a hacer de local en San Martín, luego de los incidentes con Atlanta en la 24º fecha, con 6 mil socios
en las tribunas y 900 policías en el estadio y sus alrededores, debía ganar el
partido para permanecer en la B Nacional.
Un primer tiempo ajustado que
finalizó 0 a 0, dejó la definición para
la segundos 45 minutos.
Tras el pitazo del árbitro y luego
de transcurrir los primer 15 minutos del segundo tiempo, los nervios invadían la
platea alta y la popular local del estadio. El mal juego de Chacarita, obligaba
a pensar en que el gol jamás llegaría, pero las chances desperdiciadas por los
rivales, dejaba un espacio para soñar con la salvación.
Pero a los 79 minutos Chicago anotó
el gol que merecía hace rato. Chacarita necesitaba un milagro, una hazaña,
hacer 2 goles en diez minutos para salvarse.
A los 87’, con un jugador menos,
tras la expulsión de Matías Zaldivia, y cuando todo era lagrima y desazón, un
tiro de esquina desde la derecha sobró a la defensa rival y cayó en los pies del delantero
juvenil recién ingresado, Gabriel Tellas, quien con un débil derechazo empató
el partido.
Al igual que en del torneo,
el equipo que en el inconsciente colectivo de los hinchas ya estaba descendido,
tenía una luz de esperanza. Luz que creció, cuando el delantero de Nueva
Chicago, Leonardo Carboni, quien había convertido el primer tanto del partido,
desperdició un mano a mano inmejorable.
¡Todos al área! ¡Dale que termina! Eran
los gritos que salían de las bocas de los socios de Chacarita que esperaban el
milagro.
Y llegó. Lo que nadie se imaginaba,
ocurrió. A los 49 minutos del segundo
tiempo, un remate dentro del área que impactó en las manos de un defensor
de Nueva Chicago, obligo al árbitro del partido, Mauro Vigliano, a cobrar
penal. Si, penal.
La locura y euforia se desató en las
tribunas, lo que parecía imposible hasta hacía siete minutos era una realidad.
Chacarita tenía la chance de ganar el partido y permanecer en el Nacional B.
Los socios lloraban y se abrazaban, al igual que los jugadores y el cuerpo
técnico, mientras alguno advertía “Ojo, todavía no terminó, hay que patearlo”.
¿El encargado? Damián Toledo, quien
tomó la pelota y se hizo cargo de la ejecución. Entretanto, los relatores de la radio y la televisión anunciaban este desenlace como el más apasionante en la historia de las
promociones.
Todo estaba en los pies de Toledo y
en las manos de Daniel Monllor, arquero de Chicago. El silencio se apoderó de las tribunas. Todos
esperaban expulsar de sus gargantas el grito de gol. Ese que les de la salvación.
Pero nunca llegó.
El remate fue bien ejecutado, fuerte
hacia la derecha del portero quien, con su brazo izquierdo extendido, pudo
capturar en dos tiempos el balón y se quedó con la ilusión de los seis mil socios
allí presentes.
Chacarita tenía todo perdido, de
repente tuvo todo para ganarlo y en un segundo se quedó sin nada. De esta manera, se puede modificar la frase de Panzeri, y asegurar que: "Chacarita es la dinámica de lo impensado".
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