Por
más pequeño que sea y por menos socios que tenga, todo club tiene su ídolo. Ese
que generalmente hizo inferiores allí y desde chico soñó con debutar en
primera, ganar un campeonato, jugar en Europa y poder retirarse en el
club de donde salió.
Ese que camina por la calle y los
hinchas lo frenan no sólo para pedirle autógrafos y fotos, sino para
agradecerle con frases como “Te amo” ,“Sos un crack”, “Nunca te vayas”, “Sos un
genio”, entre otros halagos.
Ese que a pesar de que alguna jugada
no le salga, es aplaudido igual por el público. Porque se lo merece, porque dio todo y porque
ya le va a salir alguna.
Suele ser el referente del equipo, ese al que los
hinchas rivales tomarán como objetivo de innumerables insultos y cargadas.
Tocar al ídolo, es tocar al hincha. Una roja a
él, es una roja a todo el estadio. Las patadas que recibe, les duele a todos
los simpatizantes del club.
Pero, ¿ Qué pasa cuando es la dirigencia la que le pega una patada o la que le saca una tarjeta?
Este es el caso de Fernando Cavenaghi. El 9 de River Plate que el 26 de junio
del 2011 levantó teléfono y avisó que quería ayudar al equipo. No le importaba
la plata, no le importaba nada, el quería devolverle a su club, todo lo que le dio.
Así fue, junto con Alejandro Domínguez, se
tomaron un avión, se pusieron la pechera de entrenamiento y comenzaron a sacar
del pozo a su amada institución.
Si ya eran ídolos, imagínense en ese momento.
Los hinchas los ovacionaron las 38 fechas que duró la temporada y colocaron
banderas en agradecimiento a ambos durante todo el torneo. El amor entre estos
dos jugadores con la gente era más fuerte que nunca.
Finalmente lograron el ascenso en la última
fecha. Sufrieron pero lo lograron. Cavenaghi fue el goleador de River en el
Nacional B y uno de los pilares del equipo conducido por Matías Almeyda.
Domínguez también fue clave, a pesar de no haber marcado muchos goles.
El exValencia, sabía que no podía seguir en la
institución de Nuñez. Era algo muy difícil, ya que desde Europa avisaron que lo
querían devuelta y el contrato en ese continente lo obligó a irse.
Pero algo pasó. En realidad no fue algo, fue
alguien. Alguien con quien el hincha no contaba.
¿Fue una guerra de egos? ¿Fue un problema
personal? ¿Fue un conflicto económico? O, como quiso justificar Almeyda, la
idea es armar “un equipo más rápido”.
Estas cuestiones, nunca se van a saber. Llegarán
rumores, mentiras y sospechas, pero la verdad nunca se sabrá.
Lo que es una certeza, es que quien esta detrás
de esto es Daniel Alberto Passarella, presidente de River Plate. Aquel que ganó
por seis votos las elecciones de 2009 y les pidió a todos aquellos futbolistas que
habían salido de las inferiores y que ahora estaban jugando en distintas partes
del planeta, que regresen para darle una mano al club.
Cavenaghi lo escuchó, le hizo caso y volvió en
el peor momento de River. Así le pagó
Passarella.
Almeyda fue el encargado de avisarle que ni iban
a tenerlo en cuenta. Después de todo lo que hizo, luego de todo lo que dejó,
fue el goleador en el ascenso y decidieron no renovarle.
Lo que más quiere el hincha es a sus ídolos, son
respetados por todos, son intocables. La dirigencia de River los tocó, y por
más que traigan 100 refuerzos no podrán tapar la herida que le provocaron la
gente.
Fernando Cavenaghi se fue por la puerta de atrás
y nunca se sabrá bien por qué. Daniel Alberto Passarella cometió un error
enorme, no respetó a los ídolos.