Sin
haber tenido una gran preparación, sin ninguna experiencia en el deporte,
utilizando zapatillas que le habían regalado los habitantes de su pueblo natal
Marousi, habiéndose clasificado en la quinta posición en la segunda carrera
eliminatoria, llegando a aquella competencia convocado por quien había sido su
superior en el servicio militar, un hombre que se ganaba la vida vendiendo agua
y entregando cartas logró quedarse con la gloria en la maratón de los Juegos
Olímpicos de Atenas 1896.
Spiridon
Louis quedó marcado en la historia del deporte tras cruzar la meta en primer
lugar del estadio Panathinaiko, el 10 de abril de aquel año, luego de correr 40
kilómetros en 2h 58´ 50”.
En
esta competencia, el griego no era favorito, pero sin embargo se quedó con
el oro venciendo a varios atletas de renombre como al francés Albin Lermusiax y
al australiano Teddy Flack, quienes habían logrado medallas en carreras de
menor distancia.
Además, se impuso a su compatriota Kharilaos
Vasilakos quien había ganado la prueba de maratón en los Juegos Panhelénicos y
en el certamen olímpico terminó segundo siete minutos más tarde.
“Spyros”,
quien por aquel entonces tenía 25 años, obtuvo la primera medalla dorada para
su país y no volvió a competir nunca más.
Luego
de su victoria volvió a Marousi, a trabajar como granjero y más tarde como
agente de policía. Allí, se vio colmado de atenciones y regalos. Le ofrecieron
servicios inverosímiles tales como poder ir gratis a la peluquería de por vida,
alimentos y transportes sin ningún costo.
Un
reconocimiento importante le llegó 40 años después cuando fue nombrado
presidente honorario de la delegación griega de los Juegos de Berlín 1936.
Louis
falleció en 1940, pero su mito sigue vivo, sobre todo en Grecia, cuando en 2004 volvió a
albergar una edición olímpica y bautizó el estadio de Atenas con su nombre.
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